Moisés: El traidor fiel de Dios
Éxodo 3, 1-15
12 Pentecoste
31 augusto 2014
12 Pentecoste
31 augusto 2014
Rev. John M. Caldwell, PhD
First United Methodist Church
Decorah, IA
First United Methodist Church
Decorah, IA
This sermon was part of a service of welcome to receive six members of the community of Potrerillos, Chalatenango, El Salvador, and their guide and interpreter as a Sister Parish delegation. They remained with us for ten days, staying with our families and enjoying shared activities. Two versions of the sermon are included: one in Spanish, followed by its English translation.
La lectura de hoy viene de una historia larga que
cuenta cómo los Israelitas experimentaron la liberación de la esclavitud en el
imperio egipcio y una vida nueva como el pueblo de Dios. Más tarde en la historia habrá
confrontaciones, plagos y el milágro al lado del mar. Es una historia dramática.
Pero hoy hay solamente una zarza que quema sin
consumiendose y la voz de Dios. En lo
que se refiere en la zarza, si Ustedes viajaran al monasterio de Santa Katarína
en el Sinaí, los monjes pueden mostrarles la misma zarza. Nuestra hija Elisabeth ha visitado ese
monasterio y ha visto la zarza ardiente, sin las llamas.
Esto no es importante.
Lo que es importante es la presencia en nuestro cuento de cuatro
personas: Dios, Moisés, los israelitas y el faraón. Por supuesto, los israelitas y el faraón no
están en el desierto con Moisés en el monte de Dios. Pero están en el discurso de Dios. Dios planifica que Moisés vaya a Egipto,
frente al faraón y libere a los israelitas.
El domingo pasado aprendimos que Dios elige acompañar
a los esclavos, a los oprimidos, a los pobres y generalmente a los que no tienen
el poder para conseguir una vida de suficiencia y dignidad por si mismos y sus
familias. Dios es siempre así. Siempre.
Los israelitas fueron oprimido por el faraón y fueron
forzados a hacer tareas duras y fatigosas.
Cuando la población de ellos continuaba aumentando, el faraón comenzó un
genocidio contra ellos. Gracias a la
determinación y el coraje de su madre y la agilidad de su hermana María, Moisés
fue liberado de milagro del edicto del faraón.
Como sabemos en esto podemos ver la mano de Dios. Por eso Moisés es un milagro en si
mismo. Es un personaje muy interesante y
por nosotros muy importante.
La hija del faraón adoptó a Moisés y lo nombró. Él vivía en el palacio de la princesa. De origen era israelita. Por su crianza y educación era egipcio. ¿En verdad quién era él? Tuvo que decidir.
Cuando era jóven, así dicen las Escrituras Sagradas, «vió
cómo un egipcio maltrataba a un hebreo, uno de sus hermanos. Miró a uno y otro lado, y viendo que no había
nadie, mató al egipcio y lo enterró en la arena.» Cuando otros descubrieron el secreto de
Moisés, se fugó a Madián donde estaba el monte de Dios, la zarza, la voz de
Dios y su destino.
En efecto, cuando Moisés vió al israelita maltratado,
el universo le preguntó, «¿Quién eres?
¿Eres egipcio o eres hebreo?» Y
Moisés respondió, «¡Soy hebreo!» Pero no
es el fin del cuento.
Cuando Dios le habló a Moisés en la zarza ardiente de
sus planes para liberar el pueblo de los israelitas, en efecto, Dios le dijo, «¿En
verdad eres hebreo? Los hebreos son esclavizados,
oprimidos, y sin esperanza. ¿Y tú, qué
vas a hacer? ¿Con quién vas a tomar una
postura? ¿A quién vas a acompañar?» Y la respuesta de Moisés—aunque poco
entusiasta—fue «Soy hebreo. Voy a tomar
mi postura con los hebreos. Y con su ayuda
será el liberador de mi pueblo.»
Al modo de Moisés, Monseñor Romero era un hijo de la
riqueza. Cuando él fue elevado como obispo,
esperó una vida fácil y dulce, pasando el tiempo con buenas obras y con fiestas
al aire libre con las familias de la clase alta. Pero cuando su amigo Padre Rutilio Grande fue
asesinado era como si él fuera Moisés viendo el maltrato del hebreo. El universo le preguntó «¿Quién eres? ¿Eres pastor y obispo de los ricos o del
pueblo de El Salvador?» Y él lo respondió,
«Soy el pastor del pueblo.»
Cuando las condiciones fueron de mal en peor, las voz
de Dios en el campo ardiente de El Salvador le preguntó , «¿Si eres el pastor
del pueblo, tú, qué vas a hacer? ¿Con
quién vas a tomar postura? ¿A quién vas
a acompañar?» Y Monseñor Romero
respondió, «Yo soy pastor del pueblo.
Voy a acompañar a mi pueblo. Y
con su ayuda voy a ser la voz de mi pueblo.
Voy a ser proféta.»
En los sucesos de nuestro tiempo la voz de Dios
todavía nos pregunta las mismas preguntas: «¿Quiénes son Ustedes? ¿Con quién
van a tomar postura? ¿A quién van a
acompañar?»
Cuando Monsanto exige al gobierno salvadoreño que no
dé semillas de maíz a los campesinos y al gobierno estadoünidense que no dé
ayuda con valor de un cuarto billon dolares, Dios nos pregunta, «¿Quienes
son? ¿Van a tomar su postura con el
faraón en el edificio brillante que es su centro de operaciones, o con los
campesinos?»
Cuando decenas de miles de niños salvadoreños,
guatemaltecos y hondureños se fugan de la violencia y se encuentran temblando
de frío en los suelos de los centros de detención, Dios nos pregunta, «¿Quienes
son Ustedes? ¿Van a acompañar al faraón en su casa blanca que quiere solamente
que los niños y niñas se vayan, o van acompañar a los refudiados?»
Estamos juntos como un paso pequeño de un viaje largo,
esta congregación y nuestros amigos y amigas de Potrerillos. Estamos juntos para decidir quienes somos. Estamos
juntos para celebrar el amor de Dios y nuestra amistad. Estamos juntos para escuchar mutuamente nuestras
historias. Estamos juntos para reír,
llorar y cantar.
Les amamos a Ustedes.
Damos la bienvenida a Ustedes en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
Moses: God’s Faithful Traitor
Today’s
lesson comes from a long story that tells how the Israelites experienced
liberation from slavery in the Egyptian empire and a new life as the people of
God. Later in the story there will be
confrontations, plagues and the miracle by the side of the sea. It is a dramatic story.
But today
there is only a bush that burns without being consumed and the voice of
God. As far as the bush is concerned, if
you travel to the monastery of St. Catherine in the Sinai, the monks can show
you the same bush. Our daughter
Elisabeth has visited that monastery and has seen the burning bush, without the
flames.
This is not
important. What is important is the
presence in our tale of for characters: God, Moses, the Israelites and
Pharaoh. Of course, the Israelites and
Pharaoh are not in the desert with Moses on God’s mountain. But they are in God’s
discourse. God plans for Moses to go to Egypt,
confront Pharaoh and set the Israelites free.
Last Sunday
we learned that God chooses to accompany slaves, the oppressed, the poor and
generally those who do not have the power to secure a life of sufficiency and
dignity for themselves and their families.
This is how God is. Always.
The
Israelites were oppressed by Pharaoh and were forced to perform hard and
exhausting work. When their population
continued to grow, Pharaoh began a genocide against them. Thanks to the determination and courage of
his mother and the quickness of his sister Miriam, Moses was miraculously freed
from Pharaoh’s edict. He is a very
interesting character and very important for us.
Pharaoh’s
daughter adopted Moses and named him. He
lived in the palace of the princess. By
birth he was an Israelite. By his upbringing and education he
was Egyptian. Who in truth was he?
When he was
Young, so say the Sacred Scriptures, “he saw how an Egyptian mistreated a
Hebrew, one of his brother. He looked
both ways and seeing that there was no one, he killed the Egyptian and buried
him in the sand.” When others discovered Moses’ secret, he fled to Midian where
God’s mountain was, the bush, the voice of God and his destiny.
In effect,
when Moses saw the mistreated Israelite, the universe asked him, “Who are
you? Are you Egyptian or are you a
Hebrew?” And Moses answered, “I am a
Hebrew!” But that is not the end of the story.
When God
spoke to Moses in the burning bush of his plans to liberate the people of the
Israelites, in effect, God said to him, “Are you really a Hebrew? The Hebrews are slaves, oppressed and without
hope. And you, what are you going to
do? With whom will you stand? Whom will you accompany?” And Moses’ answer—although a little
reluctant—was, “I am a Hebrew. I will
stand with the Hebrews. And with your help
I will be the liberator of my people.”
Like Moses,
Monseñor Romero was a son of wealth.
When he was elevated at bishop, he expected an easy and sweet life,
passing the time with good works and garden parties with the families of the
upper class. But when his friend Father
Rutilio Grande was assassinated it was as if he were Moses seeing the
mistreated Hebrew. The universe asked
him, “Who are you? Are you the pastor
and bishop of the rich or of the people of El Salvador?” And he answered, “I am
the people’s pastor.”
When conditions
went from bad to worse, the voice of God in the burning countryside of El Salvador
asked him, “If you are the people’s pastor, what you going to do? With whom will you stand? Whom will you accompany?” And Monseñor Romero answered, “I am the
people’s pastor. I will walked alongside
my people. And with your help I will be the
voice of my people. I will be a prophet.”
In the events
of our time the voice of God still asks us the same questions: “Who are we? With whom will we stand? Whom will we walk alongside of?”
When Monsanto
demands that the Salvadoran government not give corn seeds to the small farmers
and that the U.S. government not give aid worth a quarter billion dollars, God asks
us, “Who are you? Will you take your stand
with Pharaoh in the shiny building that is his operations center or with the small
farmers?”
When tens of
thousands of Salvadoran, Guatemalan and Honduran children flee from the violence
and find themselves trembling from cold on the floors of the detention centers,
God asks us, “Who are you? Will you walk
alongside Pharaoh in his White House who only wants the boys and girls to go away,
or will you walk alongside the refugees?”
We are together
as one small step of a long journey, this congregation and our friends from Potrerillos.
We are together to decide who we are. We are together to celebrate the love of God and
our friendship. We are together to listen
to each other’s stories. We are together
to laugh, to weep and to sing.
We love you.
We welcome you in the name of the Father,
the Son and the Holy Spirit. Amen.
This
work is licensed under the Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs
3.0 Unported License. To view a copy of this license, visit
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/ or send a letter to Creative
Commons, 444 Castro Street, Suite 900, Mountain View, California, 94041, USA.
No comments:
Post a Comment