Nunca más
Genesis 6, 13a, 17-22; 9, 8-15
Pentecost 17
South-North Delegation Farewell
September 7, 2014
Pentecost 17
South-North Delegation Farewell
September 7, 2014
Rev. John M. Caldwell, PhD
First United Methodist Church
Decorah, IA
First United Methodist Church
Decorah, IA
This sermon, like last week's, was written in Spanish and then translated into English and was preached as part of service of farewell to a South-to-North Sister Parish delegation from Potrerillos, Chalatenango, El Salvador.
Hay partes de la lectura de hoy que me molestan, que
no puedo recibir facilmente como justo y correcto. Por ejemplo, cuando Dios vió
«la maldad de los hombres en la tierra» él decidió matar a todas las personas
en la tierra—salvo Noé y su familia—y todos los animales domesticos y salvajes
también. Yo querría preguntar a Dios,
¿Qué hicieron los niños y los animales para merecer un muerto por
ahogamiento? Dios no se comporta así. El Dios de nuestra Biblia es un Dios de
paciencia y misericordia. Dios prefiere
ser indulgente en vez de ser severo.
¿Quién es este Dios que está tan dispuesto a destruir la tierra con
aqua?
Relativo a esto es la acción de Noé. Noé «hizo todo lo que Dios le había
mandado.» Cuando Dios anunció a Abraham
y Moisés sus planes de destruir o matar, ellos disputaron con Dios y le
demandaron que Dios justifique sus acciones.
Pero Noé no le dijo ni una palabra.
Él estaba mudo antes de una injusticia terrible.
Dios se dejó persuadir por Abraham y Moisés de
arrepentirse de sus planes. Dios no mató
toda la gente que vivían en Sodoma y Gemorra a causa de la resistencia de
Abraham y no mató los Israelitas a causa de la resistencia de Moisés. En la historia de hoy, en cambio, a causa del silencio de Noé, Dios tuvo que
arrepentirse después de la destrucción de la tierra y la muerte del
pueblo y los animales.
Después del deluvio, Dios vió la destrucción y los
cadáveres desparramados y se arrepentió.
Él le dijo á si mismo, «nunca más volveré a destruir todo ser viviente
como lo he hecho.»[1] Para recordarse a sí mismo, Dios puso su arco,
su arco iris, en las nubes, como un recordatorio. Él dijo a Noé, «Cuando el arco esté en las
nubes, lo miraré para acordarme del pacto eterno entre Dios y todo ser viviente
de toda carne que está sobre la tierra.»[2]
Esta historia me inquieta. ¿Qué puedo hacer con este Dios severo y
propenso de olvidar su promesa de no destruir la tierra? ¿Qué debo hacer con
este hombre silencioso Noé que no tiene el valor de resistir la injusticia? No sé exactamente que debo a decir sobre la
historia. Pero eso no quiere decir que
la historia ha terminado conmigo.
Hay un pacto entre Dios y la tierra. Dios ha prometido a no destruir la
tierra. Él dijo a sí mismo, «nunca más
volveré a destruir todo ser viviente como lo he hecho.»[3] Dio ha prometido «nunca más» y ha complido su
promesa.
No obstante, hoy la tierra está bajo la amenaza de
destrucción. Pero la amenaza no viene de
Dios sino de nosotros y especialmente nosotros del primer mundo. Vivimos como si la tierra fuera solamente una
cosa muerte, como si pudiéramos tratarla como nosotros quieramos, como si la
tierra no fuera cosignataria con Dios de un pacto eterno.
Durante los siglos pasados hemos sacado de la tierra
cualquier riqueza que deseábamos sin ni pensamiento del futuro. Hemos desechado nuestra basura. El resultado será una planeta de escoriales y
botaderos con agua que no podremos beber y aire que no podremos respirar.
Pero eso no es el peor. No es una nueva nueva que hay un consenso
entre climatólogos. No hay duda. El calentamiento global es una realidad y
además en su gran parte este calentamiento es un resultado de la actividad
humana. Vivimos en un mundo desconocido
con patrones meteorológicos extraños y raros.
Cuando yo estaba in El Salvador, durante los
diecinueve días de mi visita, llovió solamente seis veces. Era el estación de lluvias cuando la lluvia
es esperada cada día pero llovió solamente seis veces en diecinueve días. Fue un período anterior de cincuenta días
durante que no llovió nunca. En muchas
partes de El Salvador no habrá una consecha ni del maíz ni del frijol. Precios han subido. Sin ayuda habrá hambre extendida en El
Salvador.
Dios nos ha prometido, «Mientras la tierra permanezca,
la siembra y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la
noche, nunca cesarán.» Este año en
muchas partes de El Salvador no habrá la siega.
Pero esto no es porque Dios ha fallado en cumplir sus promesas. Esto es porque el pueblo del mundo,
especialmente del primer mundo, ha sacado el carbono—como carbón y petróleo y
gas natural—de la tierra y ha soltádolo en el aire. Como podemos ver en El Salvador nuestra
civilicación basada en carbono está destruyendo le mundo en que sabemos cómo
vivir y está supliéndolo con un mundo en que no sabemos cómo vivir.
Dios vió la destrucción del mundo y nos prometió
«Nuncas más». Para nosotros hoy es la
hora de ver la destrucción del mundo y promoter «Nunca más».
Por supuesto esta promesa es difícil. Pero no tenemos que hacerla sin ayuda. En este lugar, al frente de la mesa, en el
pan y el vino Dios nos ofrece esta ayuda.
Cuando venimos a la mesa algo maravilloso occure. Compartimos.
El rico y el pobre vienen y ellos comen el pan y beben el vino. El rico no recibe más. El pobre no recibe menos. Comparten.
Compartimos. En esto yo veo un
futuro alternativo. En este futuro no
destruimos nuestro mundo. En este futuro
no despojamos la tierra. En este futuro
no envenenamos nuestra agua y nuestro aire.
Para entrar en este mundo tenemos que hacer solamente
dos cosas. Solamente dos. Tenemos que decir «nunca más» a la
destrucción del mundo. Tenemos que
aprender a compartir. Podemos practicar
en las mesa.
Never Again
There are parts of
the today’s lesson that bother me, that I am not able to receive easily as just
and right. For example, when God saw
“the evil of the people on the earth” he decided to kill every person on
earth—except Noah and his family—and all the domestic and wild animals besides. I would like to ask God, “What did the
children and the animals do to deserve death by drowning?” God doesn’t behave
like this. The God of our Bible is a God
of mercy and patience. God prefers to be
indulgent instead of harsh. Who is this
God who is so ready to destroy the earth with water?
Related to this is
Noah’s action. Noah “did everything that
God had commanded him.” When God announced his plan to destroy or kill to
Abraham and Moses, they argued with God and demanded that God justify his
actions. But Noah didn’t say anything a
single word. He was silent before a
terrible injustice.
God let himself be
persuaded by Abraham and Moses to repent of his plans. God did not kill all the people who lived in
Sodom and Gemorrah because of Abraham’s resistance and did not kill the
Israelites because of Moses’ resistance.
In today’s story, because of Noah’s silence, on the other hand, God had
to repent after the destruction of the earth and the death of the people and
the animals.
After the flood, God
saw the destruction and the scattered bodies and he repented. He said to himself, “Never again will I turn
to destroy every living thing as I have done.” To remind himself, God put his
bow, his rainbow, in the clouds, as a reminder.
He said to Noah, “When the rainbow is in the clouds, I will look at it
in order to remember the eternal covenant between God and every living creature
of all flesh that is on the earth.”
This story disturbs
me. What can I do with this harsh God
who is liable to forget his promise not to destroy the earth? What ought I do with this silent man Noah who
does not have the courage to resist injustice?
I don’t know exactly what I ought to say about the story. But that doesn’t mean that story is done with
me.
There is a covenant
between God and the earth. God has promised not to destroy the earth. God said to himself, “Never again will I turn
to destroy every living being as I have done.” God has promised “never again” and
has kept this promise.
Nevertheless, today
the earth is under the threat of destruction.
But the threat isn’t coming from God but from us and especially from us
of the first world. We live as if the earth
were only a dead thing, as if we could treat it however we wanted, as if the
earth were not a co-signer with God of an eternal covenant.
During the past
centuries we have taken from the earth whatever wealth we desired without a
thought of the future. We have discarded
our trash. The result will be a planet
of slag heaps and garbage dumps with water we will not be able to drink and air
we will not be able to breathe.
But that is not the
worst. It is not new news that there is
a consensus among climatologists. There
is no doubt. Global warmer is a reality
and besides in large part this warming is a result of human activity. We live in an unknown world with strange and
odd weather patterns.
When I was in El
Salvador, during the nineteen day of my visit, it rained only six times. It was the rainy season when rain is expected
each day but it rained only six times in nineteen days. There was an earlier period of two weeks
during which it didn’t rain at all. In
many parts of El Salvador there will be no harvest, neither of corn nor
beans. Prices have risen. Without help there will be widespread hunger
in El Salvador.
God has promised,
“While the earth lasts, planting time and harvest time, the cold and the heat,
the summer and winter , the day and the night, will never cease.” This year in
many parts of El Salvador there be no harvest time. But this is not because God has failed to
keep the promises. This is because the
people of the world, especially of the first world, have taken the carbon—as coal,
petroleum and natural gas—from the ground and have released it into the air. As we can see in El Salvador our carbon-based
civilization is destroying the world we know how to live in and is substituting
for it a world we don’t know how to live in.
God say the
destruction of the world and promised us, “Never again.” For us today is the
time to see the destruction of the world and promise “Never again.”
Of course this
promise is hard. But we don’t have to
make it without help. In this place, in
front of the table, in the bread and wine God offers us this help. When we come to the table something marvelous
happens. We share. The rich and the poor come and they eat bread
and drink wine. The rich one gets no
more. The poor gets no less. They share.
We share. In this I see an
alternative future. In this future we
don’t destroy our world. In this future
we don’t plunder the earth. In this
future we don’t poison our water and air.
To enter this world
we only have to do two things. Only
two. We have to say “never again” to the
destruction of the world. We have to learn
to share. We can practice at the table.
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